Un Día de Viaje: ¡San Fernando, Sanlúcar – Dios Mío!
Un Día de Viaje: ¡San Fernando, Sanlúcar – Dios Mío!
— Por David Eugene Perry

Después de un desayuno deliciosamente decadente en el Parador, nos dirigimos al paseo marítimo de Cádiz, aún pensando en cómo la vieja ciudad fue alguna vez una verdadera isla, conectada a tierra firme únicamente por estrechos istmos y puentes construidos en el siglo XX. La brisa marina transporta siglos de historia: fenicios, griegos, romanos y moros dejaron su huella en este enclave atlántico.
De allí cruzamos hacia San Fernando, desde siempre ligado a la tradición naval de España, y hacemos una parada en su Museo Naval. Es un tesoro para un “apasionado de los barcos” como yo, y una excelente preparación para mi próxima serie de presentaciones de historia marítima “Liner Lore” a bordo del Oosterdam de Holland America y el Encore de Seabourn.

Algunos puntos destacados:
• Una maqueta finamente elaborada del trasatlántico Cristóbal Colón, que en su día fue vapor correo en rutas desde Bilbao, Santander y Gijón hacia La Habana, México y Nueva York. Ver sus detalles en madera policromada devuelve a la vida el glamour de los viajes oceánicos de principios del siglo XX. Hundido en octubre de 1936, es el pecio más grande (y en aguas poco profundas, uno de los más populares para bucear) frente a las Bermudas.
• Exposiciones sobre los inicios de la Aviación Naval Española: en 1917 el rey Alfonso XIII aprobó la creación de una rama aérea de la Armada, y en 1925 España ya contaba con sus primeros aviones navales, dirigibles y una base en El Prat de Llobregat.
• Un llamativo emblema y maqueta del portaaviones Dédalo, símbolo de la era moderna de la aviación naval española.
• Una conmovedora galería sobre la Gesta del Glorioso (1747), cuando el capitán Pedro Mesía de la Cerda luchó contra escuadrones británicos transportando cuatro millones de pesos en plata. A pesar de las enormes desventajas, hundió barcos enemigos antes de verse obligado a arriar bandera al agotársele la munición — un testimonio de la pericia marinera española.
• El inquietante busto semipreservado de la Virgen del Rosario, que solía llevarse a bordo de barcos como patrona de los marineros. Textos ocultos encontrados en su interior durante una restauración en 2011 hablan de plegarias por travesías seguras en mares peligrosos. Esta figura de proa encabezaba una de las naves españolas durante la crucial Batalla de Lepanto. El guía, claramente un orgulloso veterano de la Armada, me dijo: “este es el objeto más importante del museo”. Estoy absolutamente de acuerdo. Lepanto siempre me ha fascinado, y es sin duda uno de los momentos más importantes de la historia mundial del último milenio.
• Un retrato de Ana María de Soto y Alhama (1775–1833), quien se disfrazó de hombre para servir en la Armada. Luchando a bordo de fragatas y en la batalla del Cabo de San Vicente, obtuvo el grado y la pensión de sargento primero — prueba de que el coraje en el mar no conocía género.
Al dejar San Fernando, seguimos hacia el norte por la Costa de la Luz. Nuestra primera pausa es en Rota, un pueblo donde la base naval estadounidense marca la vida diaria. Americanos y españoles se mezclan aquí; los militares suelen vivir fuera de la base, mientras que muchos locales encuentran trabajo estable dentro.
Un poco más allá está Costa Ballena, un complejo turístico de playas, campos de golf y apartamentos aireados construido en los años 90. Muchos de los que trabajan en la base lo convierten en su hogar, atraídos por su comodidad moderna y su cercanía al mar.
En Chipiona, alzamos la vista hacia su faro imponente, el más alto de España, y luego visitamos el Santuario de Nuestra Señora de Regla, guardiana de los marineros. Aquí todavía se respira el legado de la legendaria cantante Rocío Jurado, “La Más Grande”; su estatua junto al mar es lugar de peregrinación. Solo mi favorita personal, Lola Flores, es aún más icónica. Tristemente, ambas han fallecido, pero su música y su influencia siguen siendo ubicuas — especialmente en Andalucía. El dulce vino moscatel es el orgullo de Chipiona, y sus doradas playas parecen no acabar nunca, salpicadas de bodegas.
Finalmente, llegamos a Sanlúcar de Barrameda, en la desembocadura del Guadalquivir, donde el río se encuentra con el océano. Como mi nueva novela en preparación, Thorns of the 15 Roses, incluye al personaje histórico Juan Ponce de León, una visita aquí, desde donde zarpó en el segundo viaje de Colón, era obligada. Sanlúcar rebosa historia. Algunos hitos que me interesan especialmente:
• El Segundo Viaje de Colón (1493) se aprovisionó en Sanlúcar antes de llevar colonos y ganado al Caribe.
• Su Tercer Viaje (1498) zarpó de este mismo puerto, rumbo a Trinidad y al continente sudamericano.
Una generación después, Magallanes partió con cinco naves en 1519, y Elcano regresó maltrecho en 1522, completando la primera circunnavegación del mundo a bordo de la nao Victoria.
Durante nuestra breve estancia en Sanlúcar, finalmente encontré mi viajera estatua de San Pancracio. Es tradición que oficinas, bares y otros negocios en España tengan una pequeña figura del “Patrón del Trabajo”. Mi oficina remota ya está completa.
Al recorrer el casco antiguo, paramos a tomar un vermut y una cerveza. Sin duda Juan Ponce de León también lo hizo aquí, antes de iniciar el segundo viaje de Colón. 🙂 Es un lugar especial. Esta ciudad de apenas 70.000 habitantes fue declarada “Capital Española de la Gastronomía” en 2022. Bodegas, y en particular aquellas especializadas en la manzanilla local, se alinean junto a bares de croquetas en la plaza principal que lleva a las orillas del Guadalquivir, de donde partieron legendarios viajes de descubrimiento.
Pero la última sorpresa del día nos esperaba: el Castillo de Santiago en la parte alta del casco antiguo. Junto a bodegas históricas, incluida la legendaria Barbadillo, se alza una de las fortalezas mejor conservadas e impresionantes de España. Desde estas murallas una joven Reina Isabel vio el mar por primera vez. Unas décadas después, desde estas mismas aguas, enviaba a Colón al “Nuevo Mundo”.

Bien andados y bien historiados, regresamos a nuestro lugar favorito en Grazalema, Zulema, y brindamos por dos días increíbles siguiendo los pasos de los exploradores.